El dolor nos protege, es el sistema de alarma que utilizan prácticamente todos los seres vivos para evitar un daño (o un daño mayor) y además nos alerta para indicarnos que algo no esta funcionando bien. Por lo general, esto ocurre cuando sufrimos un traumatismo, un mal funcionamiento de una estructura o incluso alguna enfermedad infecciosa entre muchas otras causas tangibles, es decir, patologías que podemos encontrarle un origen externo al mismo sistema corporal. Cuando sufrimos una enfermedad reumática estamos diciendo que el origen se encuentra dentro de nuestro mismo organismo, por lo tanto el dolor y su causa forman parte de la misma cosa y muchas veces tiene que ver con características congénitas o hasta incluso cuestiones psicoemocionales que provocan inflamación, deformación y disfunción de estructuras articulares y músculotendinosas y, por supuesto, mucho dolor.
Tratamientos Los tratamientos deben estar apuntados no solo a calmar el dolor sino también a disminuir la retroalimentación inflamatoria que se genera en el circulo vicioso tan característico de las patologías reumáticas. Por lo tanto, es necesario combinar tratamientos médicos junto a un abordaje psicológico e incluso nutricional para intentar cambiar el metabolismo corporal; únicamente con medicación convencional suele ser insuficiente y poco efectiva a largo plazo, este tipo de patologías debe ser atendidas por un equipo de profesionales de la salud con experiencia y dedicación para abordar al o la paciente de manera integral y bien específica.